jueves, 25 de octubre de 2012

Y los huevos a Flan Duhl

No lo sé, Mariló. De verdad que no lo sé. No sé si la mala ostia viene integrada en el ADN o la tendencia a utilizar rifles de asalto sobre personas inocentes en campo abierto se trasplanta con los órganos. No sé si llevar el estómago de Gandhi te hace mejor persona o si por tener entre las piernas un aparato "tamaño Emperador" de uno que yo me sé vas a ... bueno, eso. Se me entienda. En primer lugar, quiero darte las gracias porque jamás me hubiera puesto a componer este festival del disparate de no ser por ti. Y pensándolo bien no estamos ante una cuestión baladí, desde luego, porque me imagino que nadie se sentiría orgulloso de defecar las resacas a través de un intestino de genocida o de mirar paisajes idílicos con córneas de asesino en serie. Y solo lo supongo porque creo que el mismísimo Adolf Hitler llevaba una vida bastante sana en los bellos montes de Sajonia con su perrita Blondi (ponen un documental sobre esto en La 2 TODOS los fines de semana). Unos órganos no desdeñables a priori. De lo que no me cabe duda, Mariló, que ya me lío, es que cada vez que me deslumbra el brillo de alguna perla salida de la ostra que tienes en el medio de la cara se me pone hígado de Charles Manson, riñones de Carnicero de Milwaukee y corazón de José Bretón. Supongo que el órgano no nace, al final va a ser que se hace.

Pero tienes que disculparme el exabrupto, Mariló, porque soy un maleducado. Porque realmente la culpa tampoco es tuya. Tus frases están sacadas de contexto, por supuesto. Es la gente, que te tenem... te tiene muchas ganas porque representas el éxito y vives en un país de envidiosos. Si al final tienes razón. Mis ardores de estómago no hunden sus raíces en tus brillantes monólogos, ni tan siquiera en el hecho de que tu elevadisísimo sueldo salga del castigado bolsillo del contribuyente, que haciendo honor a su nombre contribuye a hacer posible que, por un billete morado en factura por programa (que lo sé yo), te creas Ophra Winfrey (o como se escriba) cinco días a la semana. Pero no, Mariló. Toda la culpa es de esta jodida postmodernidad (¿se dice así?), que nos viste como putas todos los días. Así que no voy a ser oportunista (ahora... ya...creo que es tarde) ni a perder el tiempo en parodias que tengan como base humorística el hígado de Charles Bukowski o los pulmones de Santiago Carrillo. Me voy a centrar en la bilis que me sale a mí por la boca. Y prometo que el páncreas es mío.

Es esta una bilis verdosa, del color de los montes gallegos. Se me ha venido a la boca después de comprobar como los (pérfidos o ingenuos) pandilleros de la sacrosanta transición sacaban pecho o buscaban excusas después otro ¿triunfo? de la administración Reci... de la democracia. Y, por descontado, de la melodiosa voz del pueblo y de la ciu-da-da-nía. Esa que habla en serio un día cada cuatro años y patalea el resto. No sé qué pensará sobre esto el más o menos 40% de gallegos que se quedó en su casa sabiendo que van a ser gobernados (y vilipendiados ya si eso) por una minoría absolutísima de un cuarto sin mitad del censo. Y, sobre todo, después de hacer números para comprobar que solo uno de cada dos habitantes estarán representados en los cómodos sillones de la Xunta. Pero claro, el que no va es que no le interesa y el que se mueve no sale en la foto. Esto todavía me lo esperaba. Lo que más me incomoda es que nadie con un poco de bombo y caja se haya dignado al menos a abrir el interrogante necesario acerca de las razones por las que nos quedamos los domingos en casa viendo Gandía Shore en vez de organizarnos o acudir a las urnas. Eso sí, que un analfabeto o una persona desprovista de sus capacidades mentales vaya (ayudados por alguien) a ejercer su derecho al voto representa la grandeza de la democracia. Nada de ilustrar, por dios, con lo bien que se vive en la ignorancia. Ni de cambiar libros de esos gordos, que cuestan muy caros. No vaya a ser que al final nos manchemos con el polvo que acumulan. Bueno espera, este no...a ver, sí, es este. Coo..di..gooo... Penal. Sí, este sí hombre. Que los vídeos violentos ocupan muchos megas en las raquíticas memorias de los smart phones. Si no vas tienes lo que te mereces. Absentista. Ácrata. Nihilista.

Capullo.

Y esta bilis lleva también el suave aroma del cenagal del oportunismo. Huele a sobacos de farsantes que se envuelven en banderas escondidas durante décadas en el fondo de los armarios. Porque ahora toca. Y ahora la vamos a liar. Y punto. Porque tenemos el agua hasta el cuello. Y no solo hablo de catalanes. Ni tampoco hablo únicamente de vascos. Hablo también de españoles. O en el fondo no hablo de ninguno de ellos. Porque voy descubriendo poco a poco que en realidad no importa lo que opinemos los que estamos en la base de la cadena trófica. Porque en la punta de la pirámide el agua llega al pecho, la cosa sigue subiendo y ya están plenamente decididos a meter el pie entre coche y anden. Luego ya veremos.

Y también es una bilis grasienta como el pelo del amigo Cebrián. Y fría como los alambres del somier en el que esconde su reconocida fortuna de millones de euros. Y ácida como su incontenible lengua de bufón. Y entonces solo me queda el consuelo de imaginarme al Edipo periodista arrancándose los ojos al descubrir la incómoda verdad de su profesión. Justo después de mantener una profunda conversación con Carmen Lomana sobre el problema del hambre en el mundo. Sentado al lado de nuestra querida Anne, que se dedica a asentir con vehemencia. ¿Reiniciar el equipo? Sí, por favor.

Pues eso Mariló. Que,con todo el dolor de mi alma, los huevos no te los podré donar. Aunque no se me haya perdido nada en El Salobral ese ni vaya a matar una mosca en mi vida. Los tengo tan hinchados que se los voy a entregar directamente a Flan Dhul. Aunque le haga un favor a Ruiz Mateos.

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